jueves, 17 de febrero de 2011

El sonido de lo inevitable.


Gracias, Irene, por inspirarme con esa canción (te dije que te citaría y eso he hecho :p ).


Es difícil hacerse a la idea de como queda plasmado el sentimiento de infinidad, en la copiosa lluvia cayendo sobre el alféizar de la ventana. Los cielos, colmados por la ira, desatando la eterna tempestad. El ruido inmortal de las gotas al hacerse añicos contra la piedra. El ciclo de la eternidad...

Postrado en una cama, sabedor de que pronto terminará todo. No hay sitio para la comprensión, ni para los sentimientos. Sólo para la ténue sombra de la negrura que trae el cielo, acercándose inexorablemente.
Y sin tener el consuelo de tener tiempo siquiera para reflexionar, para atar los últimos cabos, para tratar de gritar a lo alto.

Pero no se puede clamar al cielo sin voz. No sin respirar.

No sin vida.


...Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
...Es hora... Hora de morir.






[ . . . ]




Allá a donde vayamos recordemos siempre el acecho del final que nos persigue; recordemos el sonido de lo inevitable en cada gota de lluvia derramada, y jamás, jamás olvidemos.

La memoria es lo único que mantiene viva la muerta esperanza de los que ya no están.

Por ellos... y por nosotros. Vivamos, y muramos. Seamos uno de tantos, tantísimos olvidos.

Que el nihilismo nos ampare.




.

No hay comentarios:

Publicar un comentario