miércoles, 23 de febrero de 2011

Ánimal immúndum, quod immolári Dómino non potest.

Y quien puede afirmar que, tras el incesante paso de los eones; los hombres hayan hallado sentido en su sacrílega cruzada contra el curso natural de los acontecimientos...

Y quien puede negar que, tras las blancas aguas del mar, bañadas por la luz de la luna; los hombres hayan dejado legado alguno al mundo, que no haya sido erosionado por la marea...

Y quien puede siquiera pensar que, tras los límites de la conciencia humana; los hombres hayan sabido empatizar con el vacío que envuelve, silenciosamente, su proscrita existencia.





No por más alejarnos de la oscuridad de los bosques, la soledad desaparece.


No por más escapar del pasado, las heridas cicatrizan.


No por más limpiarnos la sangre de nuestras espadas, el daño causado cae en el olvido.





Cuando el ser humano se colapse en el egoísmo de su civilización; sus cenizas regarán las yermas llanuras que un día fueron de los hombres; para crear vida que no hemos de contemplar.

No por estar lejos, nuestro fin se aleja.




Sed cautos.
La muerte anda cerca.




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jueves, 17 de febrero de 2011

El sonido de lo inevitable.


Gracias, Irene, por inspirarme con esa canción (te dije que te citaría y eso he hecho :p ).


Es difícil hacerse a la idea de como queda plasmado el sentimiento de infinidad, en la copiosa lluvia cayendo sobre el alféizar de la ventana. Los cielos, colmados por la ira, desatando la eterna tempestad. El ruido inmortal de las gotas al hacerse añicos contra la piedra. El ciclo de la eternidad...

Postrado en una cama, sabedor de que pronto terminará todo. No hay sitio para la comprensión, ni para los sentimientos. Sólo para la ténue sombra de la negrura que trae el cielo, acercándose inexorablemente.
Y sin tener el consuelo de tener tiempo siquiera para reflexionar, para atar los últimos cabos, para tratar de gritar a lo alto.

Pero no se puede clamar al cielo sin voz. No sin respirar.

No sin vida.


...Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
...Es hora... Hora de morir.






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Allá a donde vayamos recordemos siempre el acecho del final que nos persigue; recordemos el sonido de lo inevitable en cada gota de lluvia derramada, y jamás, jamás olvidemos.

La memoria es lo único que mantiene viva la muerta esperanza de los que ya no están.

Por ellos... y por nosotros. Vivamos, y muramos. Seamos uno de tantos, tantísimos olvidos.

Que el nihilismo nos ampare.




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