lunes, 13 de diciembre de 2010

De la génesis, la inconsciencia y la anhedonia patológica social.

Toda catársis tiene su génesis, pero no su némesis.

Tal y como hace el invierno, aletargando la vida para hacerla renacer después, el ser humano, en sus constantes accesos de autoreconocimiento y megalomanía residual, va mudando su capa más visible para adaptarla al equinocio y; en su ignorancia, desconoce el alcance colateral de sus acciones.

Ya lo dijo Nietzsche en su Menschliches, Allzumenschliches. Ein Buch für freie Geister: "Somos, por nuestro destino, seres ilógicos, y por lo mismo injustos, y, sin embargo, no podemos reconocerlo. Tal es una de las mayores y más irresolubles inarmonías del universo."
Y es que llevamos la irracionalidad implícita en nuestro cerebro, arraigada a nuestros instintos.

Por tanto, el ser humano no es sino una mera sombra de lo que cree ser; un reflejo difuso en el espejo de otras tantas personas, que a su vez, son su propia proyección sobre los demás.

No obstante, y dentro de los límites de la consciencia, se puede atisbar el distante puerto de la verdad a lo lejos.
Lejano, mas no inalcanzable para quien lo esta buscando.


Por eso os digo:
Cojamos fuerzas de la belleza indescriptible invernal, de la cruel condescendencia misántropa que genera la sociedad consumiendo en masa cual rebaño de ovejas, en estas fechas; hagámonos uno con el cielo que, en su eterna imparcialidad, nos contempla entre risas y agónicos espasmos de ira, cuyo sonido se confunde con los aparantemente alegres villancicos que devoran el libre pensamiento y alienan las mentes en la plutocracia consumista en la que se DEBATE -y no de forma altruísta- la inestable sociedad.
Sí, sociedad, mas al parecer, cada día hay aún menos diferencia entre sociedad y suciedad.

En nuestra infinita desgracia, estamos condenados a alienarnos en nuestra propia destrucción egoísta, sumidos en el nihil hasta la cabeza, tragando alicientes que nos den falsas razones empíricas para continuar vivos y seguir sumidos en el cieno que no es más que nuestra propia sima de ignorancia y cobardía.

Cuan divertido sería darle un enfoque antropomórfico a la naturaleza y que, como si de un dios se tratase, vislumbrase nuestro mundo y profierese un aullido de dolor espantoso.
Un aulido que nos despertase, que nos abriese los ojos y nos cerrase los bolsillos.

Y es gracias a mi condición irracional e instintiva que veo con buenos ojos la navidad; me evado en mis recuerdos y en las asociaciones que, en mi primera infancia, hice en estas fechas.
Sumido en mis ensoñaciones, recuerdo aquel realismo mágico que nos caracteriza a todos en nuestros primeros años, aquellas sonrisas, aquellas cenas a la luz de las velas, el olor a fósforo quemado de las cerillas y la visión esperanzadora de los regalos, esperandome y transmitiéndome aquella sensación de bienestar absoluto, de no preocupación.

Sin embargo, el tiempo ha hecho acto de presencia en mi persona, mi mente ha experimentado una catársis completa y lo que queda ya no es sino la sombra de lo que fue... tal y como nos sucede a todas las personas.

Por ello os digo, felices ensoñamientos, pero más felices aún las ansias idealizadas de acabar con la anhedonia patológica que lleva sufriendo el hombre desde que se instauró este tipo de sociedad.

Saludos.

2 comentarios:

  1. La verdad es que sí, toda persona, conforme van pasando los años, tiene menos ilusión por todo lo que hace, llegando a un punto de conformismo total ante todas las cosas.
    Dicen que nada vale más que la sonrisa de un niño. Acaso se equivocan los que lo dicen? Yo, personalmente, creo que no, ya que esa sonrisa es la muestra mas sana de felicidad jamás expresada, y conforme se alcanza la madurez, todo esto se va al garete.
    Antes, se decía que contra mas "saber" tuviese uno mismo, mas feliz se era. Ahora, y tal y como está el mundo, pienso que el único que puede llegar a ser plenamente feliz es el mas ignorante. Una pena, ya que el saber no ocupa lugar, y es de lo poco gratis que hay en este mundo..

    Saludos, muy buen texto ;)!

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  2. Coincido contigo, resumes bien el sentimiento de impotencia ante esa degeneración que sufre el hombre.

    Pero te diré algo, y es que el saber no ocupa lugar, pero el sexo tampoco (o sí, depende de como se mire :P)

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